ACERCA DEL AGUA

   Se calcula que en la tierra existen aproximadamente 1,385,000,000 km3 de agua, de los cuales 97.3% es de salada, el 2.08% se encuentra congelada en los polos y solo una pequeña parte se encuentra disponible para nuestro uso.

 

Por precipitación cae 28% del agua en la tierra y el 72% en el mar, y del agua que cae en la tierra:

 

• 7% pertenece a los acuíferos

• 8% va al mar por escurrimiento

• El 13% restante, regresa a la atmósfera por evaporación (de los cuerpos de agua superficiales) y evapotranspiración (de la cubierta vegetal).

 

De tal manera que sólo el 7% del agua de lluvia se recupera en los diversos cuerpos de agua para su posible empleo como agua dulce, mientras que el 93% se pierde por medios físicos o biológicos.

 

A parte de la condición climática, la distribución y abundancia del agua en el mundo depende de la geología, orografía, tipo de suelo y cubierta vegetal. Estos factores, por sí mismos, imponen variaciones espaciales y temporales en la abundancia del recurso.

 

En especial, para la disponibilidad del agua subterránea

influye el tipo de suelo (permeabilidad, grado de

drenaje y la relación entre erosión e infiltración).

 

Como resultado, la distribución mundial del agua útil es

muy desigual, a tal grado que ocho países (Canadá,

Noruega, Brasil, Venezuela, Suecia, Australia, la

Comunidad de Estados Independientes y Estados

Unidos) concentran prácticamente el 90% del recurso,

mientras que otros  deben completar su abastecimiento

con la importación de los excedentes de otras naciones.

 

Por si fuera poco, la carencia de infraestructura

adecuada para el aprovechamiento del agua acrecenta

las diferencias. El índice de escasez calculado con la

metodología de Falkenmark (1989) para México, sitúa

al país como una región con disponibilidad de agua comprometida por su variación temporal y su posible contaminación, de tal suerte que si no desarrollamos una administración adecuada para su manejo, almacenamiento y protección, los mexicanos sufriremos escasez de agua.

 

La disponibilidad del agua depende no sólo de la cantidad, sino también de su calidad. Aunque haya agua, si está contaminada y se encuentra en una condición tal que no sea acorde con el uso que se le quiere dar, su empleo se limita.

 

En la antigüedad, la calidad del agua se calificaba solo por su aspecto, sabor, color y olor; actualmente, los avances científicos y tecnológicos han repercutido en el desarrollo de técnicas analíticas y procesos capaces de identificar y de remover una amplia lista de compuestos, a tal grado que es posible hacer “agua potable” mediante la depuración del agua residual, sin embargo; debido a su costo, tales conocimientos no se aplican en forma común y más aún, no se plasman en la políticas integrales de administración del agua que busquen la conservación del recurso (agua superficial y subterránea), la preservación de su calidad y, su uso eficiente.

 

El agua, a diferencia del aire, tiene una composición precisa (H2O) y, por lo tanto, es fácil de identificar los compuestos ajenos a ella, sin embargo; la definición de cuáles son contaminantes es difícil.

 

Es un hecho que el agua rara vez se encuentra en forma pura y, afortunadamente, para fines prácticos no se le requiere así o no importa el que contenga otros compuestos; todo depende del uso que se le dé.

 

En general, se considera como contaminante al exceso de materia o energía (calor) que provoque daño en los humanos, plantas, animales y bienes, o bien, que perturbe negativamente las actividades que normalmente se desarrollan cerca o dentro del agua, de esta forma no existe una división precisa entre las aguas contaminadas y las no contaminadas.

 

Este calificativo se atribuye al uso, las exigencias higiénicas y del grado del avance de la ciencia y la tecnología para determinar los efectos y medir los contaminantes. A pesar de la dificultad para definir la contaminación, es claro que esta provoca el abatimiento o muerte de la flora y fauna, impide el uso del agua en industrias o ciudades y deteriora el medio ambiente, e incluso, el paisaje.

 

El origen de la contaminación es muy variado pero se puede citar como causantes a los desechos urbanos e industriales, los drenados de la agricultura y minas, la erosión, los derrames de sustancias tóxicas (accidentales o intencionales), los efluentes de plantas depuradoras, los subproductos de los procesos de depuración, la ruptura de drenajes y lavado de la atmósfera, entre otros. No hay duda que el solvente universal no solo disuelve, sino arrastra y emulsiona a gran número de compuestos con los que entra en contacto a lo largo de su ciclo y que modifican su calidad. El problema del agua es complejo; para poder hacer uso de ella se requiere que tenga la calidad adecuada y exista la cantidad suficiente durante un periodo y época del año determinados.

 

Así, queda mucho por lograr en términos del mejoramiento de la calidad y la distribución de la cantidad, tanto en el Tercer mundo como en los países desarrollados, en aspectos que pueden ser similares o muy diferentes.

 

Los retos actuales abarcan desde el suministro de agua microbiológicamente aceptable, mediante el empleo de procesos sencillos (como la cloración), hasta el desarrollo de sofisticados métodos de control para remover contaminantes complejos y de daño a largo plazo, e incluso, de efectos poco conocidos.

 

Los usos que se pueden dar al agua son variados y se clasifican en:

 

1. Consumo humano (cocina, bebida, procesamiento de alimentos y limpieza personal)

2. Cultivo de peces, mariscos o cualquier otro tipo de vida acuática.

3. Agricultura

4. Industria

5. Municipales (riego de jardines, lavado de coches, fuente de ornato, lavado de calles e instalaciones públicas).

6. Recreativos (natación, veleo, etc)

7. Transporte de desechos.

 

 

"Sólo el 7% del agua de lluvia se recupera en los diversos cuerpos de agua para su posible empleo como agua dulce, mientras que el 93% se pierde por medios físicos o biológicos."

 

Micrositio de la huella hídrica
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“Cuidemos y Valoremos, el Agua que Mueve a México”

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